miércoles, 12 de febrero de 2014

El PP, la iglesia y el derecho al aborto

Todo el PP en bloque. Así fue de contundente. Todas las declaraciones críticas de diputadas del PP que de cara a la galería decían defender los derechos de las mujeres quedaron en nada. Celia Villalobos y compañía votaron en bloque a favor de la ley que hace retroceder el derecho al aborto a los años setenta. Es el final de cualquier expectativa sobre qué iban a votar. A la hora de la verdad, como siempre sucederá, las mujeres del PP antepusieron su filiación política a cualquier consideración de género. ¿De género? ¿Alguien piensa que las mujeres de la burguesía no van a poder seguir abortando como hacían incluso antes de que se comenzara a legalizar el derecho al aborto?


No nos engañemos: Detrás del derecho al aborto hay una cuestión de clase social, no sólo de género. Toda mujer que disponga de suficientes recursos económicos podrá seguir abortando en condiciones de calidad. Como sucedía en el pasado, siempre quedará Londres o Amsterdam. Son las mujeres más humildes las que tendrán más dificultades. En los años 60 y 70, mientras que las señoritas de bien cogían un avión, las madres trabajadoras se veían obligadas a abortar con métodos medievales que ponían en grave riesgo la salud de la madre. ¿Quiere el PP que volvamos a esa época? Pero cuidado, porque esa distinción de clase ha seguido existiendo incluso con la ley aún en vigencia: Dependiendo de lo abultada que estuviera la cuenta corriente, la mujer podía elegir entre una clínica donde la trataran entre algodones, con su atención individualizada, su psicólogo, etc., o las clínicas de 300€, donde las mujeres, en general muy asustadas, o incluso pensando en lo más profundo de su conciencia que hacen algo incorrecto o sucio, son tratadas como mercancía, almacenadas, convirtiendo el aborto en una producción en serie. Mientras el aborto no sea realmente universal, gratuito y ejecutado en la sanidad pública, esta será la triste realidad. Por eso el único sector de la burguesía interesado en que continúe el derecho al aborto tal y como ahora se da, es el de los propietarios de las clínicas privadas, que hacen negocios ingentes con el sufrimiento y las miserias de las mujeres que se ven obligadas a abortar.

Y digo obligadas porque ninguna mujer aborta por gusto: La mujer que aborta lo hace porque entiende que concebir el hijo supondría un desastre para ella, pero muy posiblemente también para el bebé. Como ya he señalado, incluso les supone un tremendo trauma, por siglos de opresión en los que se le ha dado un carácter casi místico al embarazo: no eres mujer sino tienes hijos, estás asesinando al feto, etc. Barbarie ideológica que golpea las conciencias de las mujeres. Y es que además, en muchos de los embarazos no deseados, lo que nos podemos encontrar es sobre todo con mujeres mayoritariamente jóvenes e inexpertas, sometidas a las tremendas presiones del capitalismo y del machismo, el ocio embrutecedor del que no son responsables y el falso ideal de mujer y la actitud de sus parejas sexuales. Precisamente por todo ello tenemos que defender el derecho a que la mujer decida sobre su cuerpo, y tenga todas las facilidades del mundo para poder hacerlo.

El derecho al aborto es, por tanto, una cuestión también de clase. Y por eso el PP, el principal partido representante de los intereses de la clase dominante, libra una batalla a muerte contra este derecho. ¿Por qué se oponen realmente a que las mujeres de la clase obrera puedan abortar? ¿Por "la vida"? Resulta un chiste tragicómico que aún se atrevan a alegar semejante falacia. ¿Qué le importa al PP la vida cuando recortan las ayudas de dependencia, permiten los desahucios, permiten los millones de parados y de pobres que la crisis capitalista ha traído consigo? ¿Qué le importa a la Iglesia la vida cuando a través de sus negocios han sido cómplices tradicionales en todas las políticas de la derecha? Podemos entender que algunos fanáticos "provida" se crean en discurso oficial de la Iglesia con respecto al aborto. Incluso podemos entender que algunas familias políticamente atrasadas, dominadas por siglos de oscurantismo religioso, sigan pensando que es lo mismo un feto que un bebé. Pero lo que sí que tendría que estar muy claro es que la jerarquía eclesiástica y el PP no piensan, en absoluto, en los bebés no natos cuando legislan contra el derecho al aborto.

Luchar contra el derecho al aborto en las mujeres de la clase obrera, como hace el PP, busca potenciar precisamente todas las lacras ideológicas que sufre la mujer trabajadora. Busca anteponer su papel "reproductor" por encima de cualquier otra consideración. "Eres mujer porque concibes hijos", por tanto infravalorar su papel productivo, en el mundo laboral, y atarla a la figura del "hombre/padre", el único capaz de traer sustento para mantener a la familia. No es la única ley que trata de reforzar la figura tradicional femenina en la familia burguesa: La reforma laboral iba en la misma línea recortando los derechos laborales de los dos géneros complican la conciliación del mundo laboral con la familia. Los recortes en la ley de dependencia también ahondan en esa dirección, haciendo regresar a las mujeres al papel de "cuidadores" de abuelos, enfermos, etc. La Iglesia católica da la cobertura "moral", por así decirlo: ¡La vida! Pero la cruda realidad es quieren recluir a la mujer, otra vez, dentro de las paredes del hogar familiar, reducir su papel al de ser la criada de la familia. Como con toda la política de la burguesía, quieren hacer retroceder el reloj de la historia cincuenta años: volver al capitalismo real, al único capitalismo hoy en día posible.


¿Por qué ese ensañamiento con la mujer? Porque, a pesar de su tremenda opresión -doble opresión, de clase y machista-, dialécticamente la mujer se convierte en la punta de lanza de la revolución social. De hecho, si lo pensamos fríamente, el orden capitalista descansa sobre los hombros de la mujer. Cuando la mujer oprimida se alza, estallan las revoluciones. No es casualidad que en las grandes sacudidas revolucionarias sea la mujer protagonista indiscutible (la revolución rusa, por ejemplo, empezó con movilizaciones de las mujeres , el papel de las milicianas tras el 19 de julio del 39 es otro ejemplo). En las revoluciones en el mundo árabe también lo pudimos ver: el ascenso o descenso de la marea revolucionaria estaba directamente vinculado al ascenso o descenso de la participación de la mujer. Pero también lo vemos cotidianamente en casi cualquier lucha obrera: el colectivo de mujeres -ya sean trabajadoras o esposas- suele llevar la lucha más adelante, sacar conclusiones más avanzadas, tirar de los hombres cuando éstos flaquean... El capitalismo es plenamente consciente de esta realidad y por tanto, para su supervivencia seguirá siendo, para ellos, una tarea primordial el reforzar las cadenas de la mujer trabajadora. Y es que, fortaleciendo esas cadenas, también puede garantizar tener atrapado al hombre. No existirá un sólo hombre libre mientras la mujer esté encadenada.

¡Hombres y mujeres! Luchemos por un derecho al aborto universal y gratuito dentro de la sanidad pública. Luchemos por la separación efectiva de la Iglesia y el Estado. Luchemos por los derechos de la mujer trabajadora, contra todos los ataques del PP y contra la dictadura del capital financiero. Luchemos por la emancipación de la mujer y del hombre trabajador que sólo puede ser a través del socialismo revolucionario.

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